Niego el eco,
ese apéndice incrustado en la memoria,
el dulce balbuceo del beso,
y con ello, te niego a ti.
Esta sintaxis imposible del verbo,
sueños… pero yo odio los sueños.
Espadas afiladas,
nocturnos aguijones del silencio hueco.
Ya está. Das Ende.
Fuera de sobre otros mundos tus labios
yo me pertenezco a las lluvias,
a las tormentas intempestivas de agosto,
a otros párpados silvestres
al terrible huracán de la espera
a veces tan posible.
Amor detrás de cada vocablo extraño
como si bastara la penumbra,
rostros inmóviles de la espera
tersas y alargadas las pupilas
enfrente paraísos y ángeles caídos,
habitantes de ciudades desconocidas,
pobladores de ignotos destinos.
Esperan.
Quince esqueletos de carne y hueso
el hálito de la palabra densa.
Esperan.
Que alguien les ponga nombre
y te cuenten su historia.
Impacientes cromáticos
mientras la transfusión del verbo se retrasa
Freiburg im Breisgau (Agosto 1986)
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