viernes, 27 de junio de 2014

EL FUTURO ABANDONADO (Discurso de Pablo, de la Asociación de Jóvenes Sobretitulados de España, en la Universitat Pompeu Fabra)

Cuando tenía 11 años, mi madre me dijo una vez “Pablo, debes estudiar mucho para poder tener un buen trabajo, si no estudias, no llegarás a ser nadie cuando seas mayor”. Y yo, como quería mucho a mi madre, le hice caso.

Estudié como nadie, fui el mejor de mi promoción en bachillerato e ingresé en la mejor facultad de derecho de España. Ya por entonces, los profesores nos animaban a cursar un máster para poder especializarnos cuando termináramos. Nos decían: “Como vosotros hay 10 000 personas más”. Y yo, como quería mucho a mis profesores, les hice caso.
Durante siete años, llegué a coleccionar una friolera de 4 títulos: grado en derecho, grado en administración y dirección de empresas, máster en derecho penal y máster en negocios internacionales.

Hoy, sigo siendo el mismo Pablo, sólo que con 27 años. Los cuatro diplomas enmarcados en mi casa, junto con mi foto de comunión, no tienen valor en España. Tengo asimilada la teoría, pero no he pisado un tribunal de justicia en mi vida. Mi país, que tanto ha invertido en mi educación, no tiene hueco para mí, ni para nadie más de mi curso, ni de mi ciudad, ni de ningún otro lugar. Formo parte de la generación ni-ni, sí, pero la de ni trabajo ni esperanza.

El protagonista de esta historia soy yo, pero como ésta existen miles más. Seguro que muchos de vosotros conocéis a alguien que se encuentra en esta situación: frustrado, cansado y enfadado. Os hablo como portavoz de la Asociación de Jóvenes Sobretitulados de España. Junto con algunos miembros, cada día más, por desgracia, intentamos mejorar la situación de los jóvenes españoles titulados y en paro.

El pasado noviembre, España volvió a batir un triste récord. Con una tasa de desempleo juvenil de 57,7%, encabeza el ranking de paro juvenil de la Unión Europea. Se estima que el 43% de los jóvenes que trabaja está sobretitulado para su cargo.

Es el caso de mi amiga María.

María tiene 25 años y ha estudiado economía en Barcelona. Como yo, también decidió gastarse más de quince mil euros en másters, pensando que ocuparía un puesto de trabajo más cualificado y mejor remunerado. Buscó y buscó, pero nunca encontró.

Ahora trabaja manejando dinero, tal y como le enseñaron en la carrera; pero no en una consultoría ni en un banco como ella hubiese soñado, sino en un supermercado como cajera. De su barrio. A media jornada. Cobrando 650 euros. Brutos.

María ha querido acompañarnos hoy aquí, en representación de todos aquellos que han tenido que conformarse con un trabajo digno pero para el que están excesivamente preparados.

Con frecuencia, habréis oído hablar de la “generación perdida” y querréis saber qué significa. La “generación perdida” somos todos nosotros. Nos tachan de “perdidos” cuando, en realidad, somos la generación mejor preparada de la historia. ¿Qué paradoja, verdad?

Nos gustaría pensar que todas estas estadísticas son consecuencia de la crisis económica, la burbuja inmobiliaria y la liquidación de los bancos. Culpa de todas esas cosas que ocurren en España porque sí. Culpa de todo el mundo menos de los que de verdad la tienen: los gobernantes que rigen las leyes del empleo.

Estas leyes no hacen más que asfixiar a los que nos hemos pasado casi media vida estudiando, porque nos hicieron creer que tendríamos nuestro futuro asegurado.

Desde la asociación, preferimos usar otro tipo de expresión: futuro abandonado.

Y os preguntaréis, ¿Cómo puede estar un futuro abandonado, si todavía no ha ocurrido? Pues bien, es perfectamente posible, y, de hecho, está ocurriendo en este preciso momento en España. Sin saberlo, cuando mi madre me dijo aquello de “hijo, estudia”, iba a formar parte del futuro abandonado.

Así como mis compañeros de clase, mis hermanos, y mis amigos.

El futuro abandonado no es ninguna contradicción, es una realidad. Es un futuro que, hagamos lo que hagamos, estudiemos lo que estudiemos, ya estará perdido desde el mismo momento en que tomemos nuestros primeros apuntes. Un futuro en el que nosotros no tenemos la máxima capacidad de decisión. Un futuro que nos viene condicionado y que no depende totalmente de nosotros, los jóvenes. Nuestro futuro está en manos de quienes controlan todo en este país. Aquellos que han decidido priorizar otras cuestiones en vez de la nuestra. ¿Piensan que es un asunto sin importancia? Se equivocan: nosotros somos el futuro, y si nos lo arrebatan, también se lo arrebatan a ellos mismos.

Hubo una frase muy polémica pronunciada en 2009 por Elena Salgado, entonces Ministra de Economía y Hacienda cuando aún gobernaba el PSOE, que decía: “...la situación económica está teniendo algunos brotes verdes y hay que esperar a que crezcan...”.

Muchos otros después de ella, independientemente del partido al que pertenecen, han mentido y proclamado la recuperación económica. Otra perla que creó controversia fue la que soltó Mariano Rajoy el año pasado, en relación a las medidas austeras adoptadas por el gobierno. Afirmó: “El Gobierno sabe adónde va, hay que tener paciencia y ser perseverantes”.

Al señor Rajoy y a todas las personas que piensan que sin esfuerzo no hay recompensa, queremos decirles que con nuestro esfuerzo sigue sin haber recompensa, y que la paciencia se nos ha acabado.

¿Qué pasa con los jóvenes? ¿Por qué no se preocupan por nosotros? ¿Qué pasa con los que han tenido que hacer lo imposible por pagar sus estudios? ¿Qué pasa con los que aman a su país, pero deben irse a Alemania, Dinamarca, Holanda, Francia...? ¿Acaso no tenemos derecho a querer trabajar y vivir en España? Pregonan que el sistema educativo español es bueno... ¿pero de qué sirve el sistema si después no podemos ponerlo en práctica aquí?

Una de las cosas que nos hemos preguntado a menudo desde la asociación es por qué el gobierno permite que personas tan cualificadas como nosotros debamos irnos al extranjero. Es duro pensar que el sistema público haya pagado por gran parte de tus estudios pero que tú no seas capaz de devolverle el favor; que debas irte fuera a cotizar y pagar impuestos. Qué duro para nosotros, pero qué duro para ellos también. Futuro abandonado, una vez más.

Hoy hemos querido venir a hablaros a vosotros directamente. Queremos que sepáis la verdad y la contéis. Periodistas, alumnos, docentes. Ayudadnos. A vosotros, periodistas, que tenéis un empleo: difundid este mensaje. La fuerza de los medios es más poderosa que cualquier otra, y vosotros lo sabéis. Por esta razón habéis elegido esta profesión. 
     
A vosotros, docentes, que tanto nos habéis ayudado y apoyado, queremos daros las gracias. Las gracias por continuar amando vuestro oficio a pesar de las dificultades por la que está pasando el sistema universitario público. Seguid como sois, seguid motivando a vuestros alumnos y transmitiéndoles vuestra pasión. Liberadles de un futuro abandonado.

A vosotros, alumnos, queremos lanzaros un mensaje claro: no dejéis de luchar. Si habéis elegido estudiar, estudiad con todas vuestras fuerzas. Estudiad y salid al mundo con ganas de coméroslo, porque sólo las ganas de luchar podrán salvaros de la panda de despreocupados que tenemos arriba. El éxito está en el esfuerzo y en las ganas. Os animamos a seguir a nuestra asociación y a hablarle de ella a quién queráis. Finalmente, a ti, que estás en tu casa. Quizás no te encuentres en esta situación, pero estamos seguros de que eres consciente de lo que ocurre a tu alrededor. Somos una sociedad fuerte, y debemos saber que podemos conseguir todo lo que nos pretendamos.

Hola, soy Pablo. Ayer era un chico resignado. No tenía ni idea de lo que iba a hacer con mi vida. Cuando no salía a patearme las calles buscando trabajo, deambulaba por casa, pensando sin parar. He pasado por cinco sitios distintos: una tienda de ropa, una zapatería, una cafetería, una discoteca y hasta un campo de olivos. Pero nunca he conseguido un trabajo que me correspondiera.

Hoy, estoy dispuesto a luchar por mi futuro. A cambiar mi futuro abandonado por un futuro asegurado. Quiero cambiar las cosas. Y espero que todos vosotros lo hagáis también.

Gracias por estar aquí hoy. Muchas gracias. 

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El presente texto, bien que ficticio y originado en un taller de "Storytelling" (Original de Anna Fàbregas y Clara Cóbreces, estudiantes de 3º en Publicidad y Relaciones Públicas)tiene un absoluto parecido con la realidad

domingo, 15 de junio de 2014

ANGELA YA NO QUERRÁ CENAR CON DEL BOSQUE

Angela y su rombo
Reconozco que tengo una gran debilidad por Alemania como país. Soy lo que antes se acostumbraba a denominar como germanófilo. Lo que leído a la inversa, también es mi caso, suele interpretarse como anglófobo. Esta afección por, casi, todo lo teutón es histórica, en el sentido literal del término. 

Admiro, en primer lugar, el extraordinario y permanente acto de contrición de Alemania como nación sobre su terrible pasado en la II Guerra Mundial. Cierto, las atrocidades del nazismo, no requerían menos súplicas de perdón. De hecho, siempre resultarán insuficientes. Pero otros desatinos no menores, tan espeluznantes o más, si es que se pueden establecer comparativas de muertes, sea una o seis millones, como el estalinismo o el maoísmo de la primera hora, no le fueron a la zaga. Que yo sepa la asunción nacional de tales disparates ha dejado mucho que desear. Por lo que concierne a los actos vandálicos del imperialismo japonés precisamente en la China pre maoísta, no reconocidos, incluso negados y hasta honrados por primeros ministros este mismo año, es para echarse a llorar. Incluso a temblar.

Y sin ir muy lejos, geográficamente hablando, la aceptación de la responsabilidad histórica de la ¿conquista? hispana de América y más cercana todavía, los desastres de la Guerra Civil, como mucho, ha consistido en livianos brindis al sol, mayormente de cara a la galería, tan aislados como tardíos. Que el modesto maestro escuela de un pueblo de la montaña palentina, permanezca enterrado en una cuneta 76 años, en el mismo sitio donde fue acribillado a balazos, pisotea, tanto o más la responsabilidad moral como una desmemoria histórica completamente inaceptable. No digamos nada de la impunidad en la que discurrieron sus días, tantas décadas, los asesinos. Nadie es perfecto, también hubo un buen puñado de prominentes nazis que se reengancharon a la democracia, obviando los Juicios de Nüremberg.

La segunda razón histórica de mi germanofilia es, aquí debería recurrir al manual de estilo que suelen usar algunos periódicos, una concesión estrictamente personal. En tres años diferentes, a mediados de los ochenta, fui un agraciado y agradecido becario del gobierno federal, de la entonces llamada Alemania Occidental. Tres gloriosos veranos en tres ciudades a cual más maravillosas: Freiburg im Breisgau, Schwäbisch Hall y Münster.

Por todo ello y por muchas otras razones que no vienen al caso, sigo con gran interés los aconteceres políticos de una extraordinaria nación que, tras quedar arruinada física y moralmente, ¿será casualidad? ha tenido la suerte de contar con magníficos líderes. Desde Konrad Adenauer a Helmut Köhl, pasando por Helmut Schmidt, los primeros conservadores y el último socialdemócrata. Aunque quizá sus ideologías no sean lo más importante. Más bien que los tres estaban dotados de inmenso coraje: impulso de la Unión Europea, apertura al Este, unión de las dos Alemanias.

En cuanto a la actual canciller, Angela Merkel, lleva camino de unirse a ese trío de titanes. En España ha sido crucificada de mil y una maneras a propósito de las políticas de rigor que, al decir de algunos, nos ha dictado cuando la madre patria, no por culpa de Alemania, por cierto, sino nuestra, estaba al borde de la bancarrota. No hay manifestación de la izquierda donde no sea caricaturizada como la máxima responsable de nuestro sufrimiento. Desde las restricciones bancarias al crédito hasta el desempleo o los desahucios por hipotecas fallidas y no sé cuántos miles de desgracias más. Mismamente un servidor la ha considerado una política demasiado nacionalista, más preocupada por incrementar la tasa de exportaciones germanas que por abrir el grifo al crédito en la barra libre del sur europeo.

Todas las opciones para Grecia, sobre la mesa
Naturalmente, como cualquier buena caricatura que se precie, termina por implantarse a lo largo del espectro ideológico. Incluso los medios de la derechona, que dice mi amigo Valentín, han terminado por asumir este papel de la Merkel como el látigo castigador, se sobreentiende que injusto, de los desmanes, inmobiliarios y otros, que van de Lisboa a Atenas. Lo cierto, indagando en su biografía es que la realidad está muy, pero que muy, alejada de la caricatura.

Podemos mofarnos de su vestuario tan poco glamuroso, casi se podría llamar uniforme, camisa sin cuello, por debajo de las chaquetas con idéntico corte, cuyos colores se permiten pocas alegrías, como mucho algún tono pastel azulado, lo que echa más leña al fuego de la austeridad que impone a los países díscolos del sur europeo. Como sus pantalones oscuros, mayormente negros. Y cómo no, sus bolsos de asa corta, marrones oscuros, que hacen las funciones de cartera de ministro. O de su inconfundible postura a la hora de leer sus discursos, con los brazos bajados, las manos formando un rombo (rute, en alemán) a la altura del ombligo. Y el peluquero seguro que es de Uckermarck, el barrio de toda la vida, en Brandenburgo, en el este de Berlín, donde creció. Hasta aquí algunos elementos que alimentan su parodia.

Que el padre de Ángela fuera teólogo, ya se sale de la caricatura. Pastor protestante por más señas. Esta paternidad que suena raro en los países latinos no tiene nada de extraño en Alemania, donde estudiar teología es una carrera más en el mundo universitario, sin que por ello tengas que hacerte servidor del Señor. Aunque en el caso de su padre, Ludwig Kaźmierczak, alemán católico nacido en Polonia, emigrado a Alemania donde se cambió el nombre a Kasner, a la vez que se convirtió al protestantismo, la teología le convino para hacerse pastor.

Así que de Hamburgo, donde nació Angela Dorothea Kasner, le asignaron una parroquia en Templin, en la entonces Alemania del Este. Para muchos expertos este trasfondo familiar ha sido muy relevante en la actuación política de la Merkel, especialmente en una visión muy particular de la ética política. Es impensable, en general en Alemania, y más en particular con Ángela por medio, que si una ministra es pillada habiendo copiado párrafos de su tesis doctoral o un ministro con imágenes pedófilas en su ordenador, sigan un día más en sus funciones ministeriales. Como así ha sido.

¿Qué haría la Merkel si fuera una lideresa al sur de los Pirineos? O para ser más precisos, ¿en el levante hispano? Desde luego no haría imaginativas disquisiciones sobre el grado de culpabilidad, presunción de inocencia y otras zarandajas por el estilo para demorar con patéticas excusas la dimisión de cualquier edil inmerso en algún turbio asunto de recalificación de terrenos. Y, menos aún, una vez que fuera condenado, elaborar laberínticos baremos, distinciones y entelequias  bajo el curioso titular de “hay condenas y condenas”. Con la única finalidad de mantenerse en el cargo, claro. No digo yo que nuestros políticos tengan que ponerse a estudiar teología, pero qué menos que un poco de ética, hasta bastaría con una reválida en la asignatura del sentido común y la honradez en la “res publica” (la honestidad es otra cosa). Debería ser una prueba necesaria antes de que el comité electoral de tu partido te apunte, de por vida, en una lista cerrada.

Pero volvamos a nuestra heroína. Los años en la Alemania del Este le sirvieron para poder cantar las cuarenta a Vladimir Putin, en ruso, a propósito de Ucrania –para mi gusto no demasiado, pero cuando una buena parte del gas usado en Alemania procede del oso imperialista ruso, hasta la Merkel se tienta la ropa- o al demócrata Barack Obama en inglés, que, supuestamente aliado, no ha tenido empacho en “pinchar” durante meses su móvil, con el bolso-cartera, uno de los instrumentos fetiches de Ángela, aficionada a comunicarse vía SMS. Se enteraría de que Angela se relaja “cocinando, paseando y riéndose”.

Putin ejercía de agente de la KGB en Berlín, mientras Ángela conseguía su doctorado en química cuántica por la Universidad de Leipzig, siempre en la Alemania del Este. Iba a hacer una broma sobre las diferencias entre estudiar química cuántica y ser registrador de la propiedad pero casi mejor me callo para no herir sensibilidades. El ruso, ni pensarlo. Pero un barniz de francés y/o árabe para mantener una mínima interlocución en nuestra frontera del sur, tampoco estaría mal. En cuanto al inglés, el bilingüismo tan cacareado que se dice estar implantando en los colegios permitirá, dentro de 30 o 40 años, hablar con los sucesores de Barack, ¡qué menos! aunque sea en la intimidad.

La carrera política de Ángela comenzó en 1989 con el muro de Berlín agrietándose (sacó un aprobado ramplón, "genügend"en nuestra Formación del Espíritu Nacional, su curso obligatorio de Marxismo-Leninismo en el instituto de Alemania Oriental). Durante años, incluido el hecho de ser la primera canciller de Alemania, así como la más joven, los hitos en su carrera política, tampoco han faltado los reveses, han sido apabullantes. Por ejemplo, ha ganado todas las elecciones como parlamentaria por su distrito de Vorpommern-Rügen, en el área de la capital, desde 1990. Y a Helmut Kohl su mentor y por quien fue nombrada ministra, no le importó ponerles las peras a cuarto y afearle su conducta, sí, hasta los políticos alemanes echan mano a la cartera indebidamente, por un asunto de financiación ilegal para el partido.
En la Opera de Oslo, Angela fuera de protocolo
Aficionada tuitera, como buena evangélica, no tiene empacho en citar la biblia. A un caballero del Partido Pirata que le pide consejos en el caso, improbable, de que fuera su sucesor a la cancillería: “Antes del quebrantamiento es la soberbia; y antes de la caída la altivez de espíritu” (Proverbios 16,18) que como cita por parte de la mujer más poderosa de Europa no está nada mal. Como ésta, también es la primera canciller con un doctorado en ciencias, a propósito de la retirada alemana de la energía nuclear: “Porque es una tecnología cuyos riesgos residuales tienen consecuencias impredecibles”
Rigores presupuestarios aparte, supuesta impulsora de la troika y sus hombres de negro, sumadas a otras maldiciones no menores que asolan por su culpa a las empobrecidas naciones del sur europeo, nuestra Ángela es, por sorprendente que parezca, muy romántica. Eso que su primer marido fue un físico (del que conserva el apellido) y el segundo otro químico cuántico como ella. La película que más le gusta es “Memorias de África”. ¡Uy qué lindo! Más romanticismo: “Qué es más fácil explicar en 160 caracteres? ¿La teoría de la relatividad, el amor o las razones por las que hay que votar? Respuesta: “Reconozco que hay cosas difíciles de explicar en 160 caracteres, pero el amor no es una de ellas, no necesita explicación”. Ni Gustavo Adolfo podría mejorarlo.
Pero más que por su romanticismo, Angela es conocida por su forofismo hacia el deporte rey. La oposición la ha acusado de, ocasionalmente, hacer novillos en la cancillería para ver los partidos de la “Mannschaft”, la selección alemana. ¿Con quién le gustaría cenar? “Aunque nunca organizo fiestas, me gustaría invitar a cenar a Del Bosque”. Claro, este comentario es previo al 1-5 contra Holanda. Hasta para Angela ferviente impulsora del método político del “paso a paso”, equivalente al “tiki-taka” futbolero, el continuismo de Del Bosque, manteniendo a viejas glorias, que ya lo eran con el Sabio de Hortaleza, como Casillas, Xabi y algunos otros, el entrenador de la Roja, le ha debido de parecer demasiado conservador. En el partido del viernes ni siquiera pudimos echar la culpa a los hombres de negro. De hecho, Diego Costa casi se rompe la crisma al tirarse a la piscina en el penalty (inexistente).

miércoles, 11 de junio de 2014

PYLON VEGETAL

Te hablaré hoy de la memoria infinita,
de sus epifanías a la hora del sueño.
¡Oh! Cúan silenciosamente vegetal y marinera
me sale al encuentro el alma diurna
en este miércoles de gloria apenas inexistente.
Piénsame pasajero de cierto velero mágico,
polizonte de la lejana infancia,
de las dulces superficies de los prados ámbar.
A veces, cuando abrasan las heridas,
al faltar la hierbabuena con qué curarlas,
en el momento que los besos duelen
y más que nada sus ausencias
¡cómo deseo anclar mi corazón!
en la ribera de esta playa siempre ocre y verde.
Ser una vez más, acaso la última,
fantástico viajero de las olas interiores,
respirar su viento. A punto de ser pan y harina.
De ser nada.
Quiero, una vez más,
ser capitán de la tierra bien firme
en el túnel del tiempo.
Del tiempo que a sí mismo se devora.
Mi barco surca incansable los espacios
hacia cualquier invisible rosa de los vientos.
Hacia allá navego, oceános de la soledad,
empujado por el aire del este vespertino,
en brazos de las horas melancólicas,
atrapado en la marejada estrecha de la memoria.
Sí. Aquí quisiera arrojar el ancla.
Quedarme un instante eterno
a la luz de este faro con hojas y rama.
Pero a mí –como a tí-
la corriente de la vida y el azar
¡qué heroicas palabras!
el perfume de la sal
y el sabor a flor de naranjo
hacia otros mares diversos nos arrastran.
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(Jerusalén, 1989)

domingo, 1 de junio de 2014

CARTAS A MI HIJO UNIVERSITARIO: SOBRE EL APROVECHAMIENTO DEL TIEMPO (2)

Querido Bruno: Pese a su origen latino, no es una palabra muy usada en español. Los anglosajones, que la pidieron prestada al francés, son mucho más aficionados a usarla. Sirve para denominar una epidemia que afecta a una buena parte de la población.  Piers Steel, un profesor de la Universidad de Calgary (Canadá), dice que entre 1978 y 2002, el número de personas que admite padecerla se ha cuadriplicado. Tu madre dice que la tiene, yo no puedo negar que la padezco y, mucho me temo, que tú también sufras de ella. Y no, no es genética. Parece una dolencia esencialmente moderna, aunque no reciente. En el siglo XVIII ya había autores que afirmaban que, en menor o mayor grado, está en casi todas las personas.

¿Habías oído hablar de procrastinación? Básicamente, se trata de dejar de hacer las cosas ahora para hacerlas mañana. En sentido de después, después o después. “Cras” es una adverbio latino que significa “mañana”, si a eso le añades “pro”, el significado es evidente: dejar algo para mañana. Se suele traducir por aplazar o diferir, lo que no siempre es acertado porque en realidad estamos hablando de un hábito, es decir, algo que se repite una y otra vez. Voilà el problema: que sea o se convierta en una costumbre.

Para que lo entiendas mejor, ya sabes cómo me pirra la historia, te cuento una anécdota del siglo III, que como dicen los italianos, aunque no sea verdad merecería que lo fuera. Érase una vez en Capadocia, actual Turquía, un centurión que se sintió atraído hacia la fe cristiana. Un cuervo que revoloteaba por el campamento legionario le demoraba en sus buenas intenciones graznando “cras, cras”: ‘déjalo para mañana, para mañana’. Por cierto, en buen español de Castilla, si la oveja bala, el cuervo no grazna, crascita. Siempre es buena ocasión para aprender algo.

A lo que iba. El centurión, cansado de tanto graznido, ¿crascitado?, tras echar mano al ave de pérfidas intenciones lo aplastó con su pie derecho. Sin obstáculos, de inmediato (‘hodie’), se convirtió a la fe auténtica y verdadera, por usar una expresión del santoral. Más tarde fue martirizado, siendo venerado con el nombre de San Expedito (si alguno de tus amigos, loados sean sus padres por tanta originalidad, se llama Expedito, puedes felicitarle el 19 de abril). En el siglo XVIII se volvió muy popular como intercesor de las causas urgentes. Lo has adivinado, de las que no se pueden dejar para mañana. Las que requieren urgente respuesta hoy.

En esto creo que estamos de acuerdo: a los santos, mejor dejarles para las causas desahuciadas, los milagros, cuando ya no quede otro remedio. El alivio a esta trastorno, tan común, de la procrastinación, como para tantos otros, mejor que lo encuentres en ti mismo. Como en el caso del coraje del que te hablaba el otro día, el antídoto sólo puede provenir, principalmente, de dentro de ti. Si mi experiencia te sirve de algo, te aseguro que esta pandemia no es incurable. Aparecerá con más fuerza unos días que otros, dependerá de tu estado de ánimo, pero la predisposición ¿debería escribir tentación? a relegar para mañana, sean los cálculos de Sistema Digital de la Señal o los planteamientos para el Plan de Negocios que te pide el profesor de Gestión Empresarial, siempre estará ahí.

Esto te puede parecer una actitud muy curiosa, absolutamente contradictoria, producto de los recovecos de nuestra mente retorcida. El dejar de hacer algo para hacerlo mañana, ciertamente, me hace sentirme mucho peor que si lo hiciera de manera inmediata. Sin embargo, insisto en dejarlo para mañana y paso los minutos, las horas, buscando justificaciones para actuar de este modo. De hecho, si lo hiciera ahora mismo obtendría una satisfacción. No sé, de la obligación cumplida, del deber hecho o si lo prefieres de la banalidad contenida en la expresión “a otra cosa mariposa”. Tenía que hacer algo, lo he hecho, se acabó. Pero no, en este tipo de decisiones, como en tantas otras, la irracionalidad humana es desconcertante.

Como te gusta tanto el cine, este ejemplo quizá te resulte más comprensible. Se asemeja a las películas que bajado de Canal Satélite y grabamos en el disco duro del iPlus. En el listado de las 300 películas que tienes que ver antes de morir (espero que muchas más), están y por eso las hemos descargado hace meses “El séptimo sello” de Ingmar Bergmann o “La chaqueta metálica” de Stanley Kubrick. Y ahí siguen. En realidad hemos terminado por ver un par de veces “Resacón en Las Vegas” y de los capítulos a repetición de “Cómo conocí a vuestra madre” ¿qué te voy a decir? Resulta evidente que con la comedia del día al día es más fácil engañarnos que con la metafísica dramática del ajedrez y la muerte en “El séptimo sello”.

Tu amigo, y el mío, Sócrates, el de la caverna que tanto te gustaba para la Selectividad -¿o ése era Platón?- ya decía que hacer algo contra nuestro mejor criterio es imposible porque hablando con rigor resulta imposible que hagamos (en este caso dejemos de hacer) algo que vaya contra nuestros propios intereses. ¿Entonces por qué dejamos y dejamos algo para mañana –que va contra nuestros propios intereses- en lugar de hacerlo ya? Según él, por desconocimiento e ignorancia. ¡Qué ingenuo!, ¿no? Yo creo que se trata más bien de que preferimos, visceralmente, las recompensas del presente inmediato –no sé, ver otro capítulo de “How I met your mother”- que la perspectiva, más difusa y lejana, de obtener un notable alto en, digamos, los Fundamentos Ópticos de la Ingeniería (Léase “El Séptimo Sello”).

Pero ni la ignorancia ni la recompensa inmediata, ni siquiera el que se trate de tareas rudas como estudiar para los semestrales o que me riegues los geranios antes de irte, explican el postergamiento  al que con tanta persistencia nos entregamos, día sí y al siguiente también. Algunas veces hasta de forma cómica. ¿No te ha pasado que buscas una y mil coartadas para evitar hacer una cosa, incluso, o sobre todo, para empezar a hacerla? Esto a veces, si miras para atrás resulta cómico. Si tienes unos minutos, echa una ojeada a “The Procrastinators” (especialmente el primer episodio, ‘A far l’amore comincia tu’, de una pareja holandesa, Lernert & Sander) donde describen de manera tan magnífica como minimalista este laberíntico proceso en el que tantos nos recreamos sobre “el exquisito arte de perder el tiempo”.

Reconozco que ocasionalmente la procrastinación tiene su lado bueno. A veces cuando busco argumentos para relegar a mañana lo que debería hacer hoy –eso incluye, claro, escribirte esta carta que llevo tres días retrasándola- encuentro ímpetu para ejecutar tareas meniales que ni siquiera se me había pasado por la cabeza llevarlas a cabo. Así razono y me justifico: no hago lo que debería realmente hacer porque estoy haciendo otra cosa que también tenía que hacer. Aunque no sean tan prioritarias. Quizá vaciar el lavavajillas, algo que detesto. Responder a un correo que tengo aparcado en la bandeja de entrada desde hace semanas, barrer el patio hecho un asco tras la lluvia del fin de semana. Mira por dónde, demorar la terminación de esta carta ha propiciado que mi despacho haya terminado por estar ordenado como no lo estaba desde hace meses.

Conocida la enfermedad, ¿cuáles podrían ser las medicinas? Si tienes un ratico este verano, te aconsejo este excelente libro “The Thief of Time” donde en 800 páginas… es broma. Disfruta de tu batería cuando llegue el calor. A veces perder el tiempo es una excelente terapia de relajamiento tras haberlo aprovechado al máximo. O por lo menos de haberlo intentado. Las soluciones más fáciles, aunque para mí no son las mejores, ni de lejos, son las que vienen de fuera. Desecharlas no, pero ciertamente no priorizarlas. Siempre desconfío de los andamios externos.

Apoyarnos en mecanismos que están fuera de nosotros, para gestionar nuestro tiempo, tiene muchas limitaciones. Precisamente porque nos son ajenos y no tenemos un control completo sobre ellos. Los anglosajones usan el concepto de “extended will” que pueden asimilarse a las reuniones de “Alcohólicos Anónimos”, grupos de autoayuda y similares. Un ejemplo de mis queridos griegos que a mí me encanta para explicar lo de la “voluntad extendida”, es el de Ulises. Para evitar ser desviado de su camino por los cantos de sirenas, pide a sus compañeros que le aten al mástil. No está mal como metáfora. Y como grupo de autoayuda los marineros griegos no le iban  a la zaga a los de “Weight Losers”. No, no te voy a pedir que te ates a la silla. Ni que recurras a los trucos de Balzac que pedía a su criado que le quitar la ropa, escribía desnudo, para evitar la tentación de abandonar su trabajo y escaparse a la calle para pasear.

Ya me parece excelente herramienta de apoyo que seas tan regular en tus horarios. Esta, en mi opinión, me parece una de las piedras angulares para aprovechar bien el tiempo. Procurar a toda costa, mantener la regularidad de la hora de inicio a primera hora de la mañana, el minuto al que te tomas tu aperitivillo o cuando te relajas un rato para ver “El Séptimo Sello”, quería decir el enésimo capítulo de “Cómo conocí a vuestra madre”, me resulta del todo admirable. A esto añadiría otro concepto que a mí me enseñaron cuando tenía más o menos tu edad: a ser traperos del tiempo.

Es una de esas enseñanzas que muchos años después, sin razón aparente, quizá por su propia valía y solidez, viene y reviene una y otra vez cuando busco excusas para no hacer lo que tengo que hacer de forma inmediata. Recuerdo hasta el sitio exacto donde el padre Vicente Borragán, tan excelente profesor del Pentateuco como guía de estudiantes en teología, nos exhortó. “Tenéis que ser traperos del tiempo, aprovechar cada instante por corto que sea, que ningún minuto quede vacío, recoged esos retazos, sumadlos al final de la semana, del año, de vuestras vidas y os daréis cuenta de que habréis ganado (o perdido) un tesoro increíble”. 

Cuando tienes 20 años, todo esto de aprovechar los instantes, por diminutos que sean, no te parece tan relevante –eso pensaba entonces- como cuando te acercas a los sesenta. Te aseguro que lo es. Goethe explica que Fausto, insatisfecho con su vida, hace un trato con el diablo intercambiando su alma por el conocimiento ilimitado y los placeres mundanos. Yo creo Goethe no interpreta correctamente la leyenda original teutona. Se equivoca, lo que Fausto quería en realidad intercambiar a cambio de su alma, era el tiempo.

Si me preguntas a mí, seré siempre, como en tantas otras cosas, un acérrimo defensor, a ultranza, del poder de la voluntad propia e individual. Lo que tú no hagas por tu propio convencimiento y tenacidad, en la mayor parte de las ocasiones, terminará por desmoronarse. No te quiero ni mencionar a Kant, que como sabes era un hueso muy duro de roer, pero lo cierto es que su concepción sobre el idealismo en este asunto, viene como anillo al dedo. Afirmaba que sólo si somos capaces de reconocer la debilidad intrínseca de nuestra voluntad, podremos entonces impulsar los mecanismos que nos lleven a fortalecerla.


Así pues, más que confiar en apoyos externos, la única y mejor ruta para ser trapero del tiempo y aprovecharlo al máximo, también los ratos de ocio, claro, es poner todo tu empeño y afán en hacerlo. La voluntad, se suele decir, es como un músculo. Si lo ejercitas, se hace cada vez más fuerte. La tuya, la de nadie más. Única y poderosa. San Expedito, en realidad, es fruto de la imaginación de almas crédulas y piadosas. Ni siquiera la iglesia católica, apostólica y romana lo tiene en la corte celestial. Querido Bruno, puesto que no te puedes encomendar a San Expedito, confía en ti mismo. ¡Don’t proscratinate y aprovecha el tiempo!. "Hodie, hodie" Un abrazo.