Los japoneses, poco dados a expresar los sentimientos con vocablos, han
desarrollado una extensa gama de gestos, un lenguaje sutil que, no cabe duda “vale
más que mil palabras”, bien que en la gran mayoría de los casos sea
completamente diferente del occidental. Esto es aún más cierto en el mundo de
los negocios, donde la franqueza y agresividad expresiva están mal vistas, muy
mal vistas. Algunos dicen que son técnicas de negociación, como si escondieran
sus cartas. En todo caso, la mayor parte de las veces resultan desconcertantes para los
extranjeros.
Y al revés, claro. El “corte de mangas” que entre nosotros es tan común,
incluso rudo, dependiendo del contexto –en el ámbito deportivo en numerosas
ocasiones es el camino más derecho a una multa o acarrea la expulsión inmediata- a un japonés (o
japonesa) le resulta completamente ininteligible.
¿Por qué será que un español para señalarse a sí mismo (¿yo?) se apunta
directamente con su índice sobre el pecho, mientras que un japonés hace lo
mismo pero tocándose la punta de la napia? En cambio mientras un hispano que se
precie para indicar “money, money” se frota el pulgar y el índice
repetitivamente en movimientos semicirculares (me pregunto a qué hace alusión),
para los japoneses todo resulta más evidente, basta formar un círculo perfecto con
los mismos dedos para señalar algo redondo, previsiblemente una moneda de 100
yenes, bien que las tradicionales de las cecas niponas eran más bien cuadradas.
El dedo índice parece ser uno de los favoritos para los japoneses.
Puestos los de ambas manos, de manera vertical, pero pegados a la sién, no, no
es como pudiera parecernos a nosotros para hablar de la infidelidad
matrimonial, familiarmente denominado como “poner los cuernos”, más bien sirven para
señalar que alguien está muy, pero que muy enfadado. Por el contrario, esos dos dedos,
pero cruzados a la altura del pecho, como dos espadas de samuráis batiéndose en
duelo, manifiestan que dos personas mantienen una agria disputa.
El gesto tan popularizado por la cultura anglosajona de alzar el pulgar
con el puño cerrado para decir que todo va bien, esto es OK, representa para un japonés la
autoridad masculina: el padre, el jefe, o el novio. Pero si en lugar del
índice, es el meñique que aparece extendido, un japonés estará hablando de la amante de
alguien, sin implicar por ello que los atributos masculinos del amante sean
diminutos.
A practicar: si yo (índice a la nariz) tuviera mucho dinero (índice y pulgar
forman un semicírculo), nunca me enfadaría (dos índices a los lados de las
sienes en posición vertical), pero sí que me pelearía contigo (dos índices
cruzados a la altura del pecho) y le diría a mi jefe (puño cerrado y pulgar
hacia arriba) que me has robado a mi amante (puño cerrado, meñique hacia arriba,
no offense intended). Ahora prueba.
Ni que decir tiene que lo único real en esta hipotética práctica es lo
del índice en mi aparato olfativo para indicar mi esencia y mi existencia ¿yo?
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