Discutir sobre economía es como hacerlo sobre la biblia. Se puede
argumentar sobre la divinidad del Nazareno y todo lo contrario. Habrá exégetas
que transformen la insondable sabiduría de Salomón en inagotable pozo de
ignorancia. De hecho basta echar una ojeada a la definición de “clase media”.
Para algunos es un asunto meramente económico. Por ejemplo, los que superen el
denominado, poéticamente, umbral de la pobreza: 7.040 euros anuales. Es decir,
que si ingresas 7.041 euros, albricias, perteneces a la clase media. Otros más
académicos y más flexibles, Universidad de Bremen, empaquetan en la
clase media a todos aquellos que ganan entre el 75% y el 150% del salario
medio. A saber, entre 16.554 euros anuales y 55.160, al estar el salario medio
anual en 22.072 euros. Como diría el clásico, ¡cuán largo me lo fiáis, Don
Lope!
Otros prefieren ligar el concepto, no tanto a cifras divisorias, sino
a percepciones más etéreas. Definir la clase media por valores intangibles.
Verbigracia, no tanto por la renta, cuanto por la formación, una posición
social, unos intereses determinados o aficiones. Vamos, que si te gusta practicar
el pádel, pero integras el gremio de los albañiles, el de los explotados, no el
de los constructores, considérate un afortunado miembro de la clase media. Más
aún en estos tiempos que nos abrasan.
Una vez que te has situado, eurico arriba, eurico abajo, te recomiendo
el excelente documental “Desigualdad para todos” (Inequality for all,
de Jacob Kornbluth, 2013), actualmente se puede encontrar en Canal Satélite,
donde el extraordinario maestro, Robert Reich, en hacer comprensibles las más
abstrusas de las explicaciones económicas –al menos para un lego en la materia
como mismamente yo- resulta del todo admirable. Reich fue secretario de Empleo
en la primera administración Clinton y es profesor en Berkley. En la próxima
vida quiero ser alumno en su popularísima clase “Pobreza y riqueza”. ¡Qué
placer oír sus sólidas explicaciones sustentadas en datos, datos, datos! Claro
que son discutibles, faltaría más, ya puse antes el ejemplo bíblico, pero
incluso no estando de acuerdo con todo lo que dice, se siente que lo que enseña
tiene sentido y sensibilidad. ¿Qué es lo que dice?
En primer lugar, hace una apología de la importancia fundamental (I agree) de la distribución de la
riqueza entre el mayor número de personas posibles: la clase media. Aún siendo
liberal o progresista como les gusta a los yanquis, ni de lejos estamos
hablando de marxismo. De hecho, no rechaza el capitalismo, al contrario, lo considera necesario. Lo que Reich refuta
es que la riqueza, los salarios altos, se concentren cada vez en menos
personas creando una ruptura imposible de cubrir, no con los miserables del
mundo, sino con los que podrían, en una economía equilibrada, vivir dignamente.
Vivir dignamente en el sentido de poder consumir sin angustias. La rueda que
mueve la economía, según Reich, es el consumo y no hay otra que pueda ser
engrasada mejor, si no es moviendo el dinero a cambio de productos comprados y
vendidos.
Habla de Estados Unidos, donde 400 personas 400 poseen más que los otros
150 millones juntos, aunque
a mí me suena… Desde luego las extrapolaciones, salvando las distancias
con los americanos, no son complicadas de llevar a cabo. Nick Hanauer,
propietario de una fábrica de almohadas, un multimillonario –ingresos anuales por
encima de los 20 millones USD- que aparece en el documental, lo expresa a las
mil maravillas: “una persona rica como yo, sólo necesita una o dos almohadas
para dormir, no necesito comprar 1.000 almohadas”. A buen entendedor, pocas
palabras bastan.
La reducción de la clase media que ahora está ocurriendo en España es
una copia idéntica a lo que ocurrió en Estados Unidos a partir de los años 70.
A diferencia de lo que se suele afirmar que los potentados crean riqueza, quien
crea riqueza son los consumidores. Si a los consumidores (el consumo representa
el 79% del PIB en España) se les reduce el salario, no compran y si no compran
¿para qué se necesitan fábricas de almohadas? La reducción de la base de clase
media, entre otros motivos, tiene su origen en la disminución del salario
medio, producido por la imparable presión de los accionistas (los ricos) por
ganar más dinero, sin que el gobierno ponga coto, lo que genera que la brecha
se incremente aún más. Y de la mano de los accionistas van los dirigentes de ciertas
industrias, especialmente de las financieras, bancos, hipotecas basura y otras
truculencias del género. Esto me suena…
Reich aboga por reforzar la importancia de los sindicatos como baluartes
para reducir la presión sobre los salarios de la clase media. De esto no estoy
tan seguro. Que me dispense mi amigo Valentín, que comenzó en los tiempos heroicos de Marcelino, pero en España con las muestras
del espectáculo lamentable que los defensores de la clase obrera ofrecen un día
sí y otro también con EREs fraudulentos, presuntamente, y similares, tendremos que agarrarnos a otra tabla
de salvación. La de la clase política es aún peor. Ya, ya sé lo de las manzanas
podridas en el cesto. En una escena del documental, Nancy Rasmunssen, obligada
a recortar su mísero salario horario de 12 USD, dice llorando: “Si ellos tienen millones de dólares, ¿por
qué quieren lo poco que yo tengo?
Sin salvadores gremiales, con la presión de las troikas y otros
lobbies militaro industriales farmacéuticos, sin dios, sin patria (rey, de
momento, tenemos para unos pocos telediarios), ¿dónde encontrar la redención de
la clase media? ¿Dónde podremos sobrevivir, incluso los que tenemos progenitores que han sido siervos de la gleba y somos modestos (futuros) herederos de unos celemines de rastrojo, como
un servidor, pero hemos terminado por apalancarnos (¿burguesamente?) en la horquilla por encima
de los 21.000 euros y pico y por debajo de los 55 mil largos? Pues volviendo al Círculo Virtuoso (en la imagen, el contrario: el Círculo Vicioso).
Más o menos así: la economía se expande – crece la productividad –
incremento los salarios – crece el consumo – empresas contratan más – mayores ingresos
por impuestos – gobierno invierte más – los trabajadores reciben mejor formación
y vuelta a empezar. Como el mismo profesor de Berkeley afirma, dejando la
ideología al margen, no se trata de decidir entre capitalismo y estado de
bienestar social, más bien se trata del
dilema: trabajar a favor de un sistema para beneficio de unos cuantos en la cima
o trabajar para beneficio de todos. ¿Qué prefieres?
La conclusión de Reich: “Nosotros hacemos las reglas de la economía, nosotros tenemos el poder de cambiar esas reglas”. Yo no estoy tan seguro. Ni de lo primero, ni de lo segundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario