Afortunadamente, el trasfondo
socieconómico de la imagen es menos dramática de lo que parece. Está tomada en
un pueblo del noroeste de Mali, en el País Dogón, denominado, Tabitongo,
literalmente, “el pueblo que está en la ladera”. En realidad, corresponde a una
fiesta, tras la inauguración del dispensario-maternidad y un pozo financiado
por la Fundación Polaris World. Toda esta explicación no cancela de un plumazo
la dureza de la vida en estos parajes donde el sistema de seguridad alimentaria
está bastante consolidado.
Dicho de otro modo, no sobra nada, hay una pobreza
extrema pero en aquella época (2010), parece que sigue siendo igual, no muere
la gente de hambre como en otras partes de África. Las manos son todas de niñas
que, uniformadas con las camisetas azules de un equipo de fútbol, supongo que
donadas por alguna ONG, habían formado parte del comité de bienvenida a los
visitantes españoles. La algarabía, la música, los cánticos y los discursos
habían durado más de tres horas, así que también ellas tenían apetito. El
extraordinario sentido comunitario, incólume en muchas regiones africanas y,
más concretamente en Mali, se manifiesta de mil maneras y como no podía ser de
otra manera, también en las celebraciones comunitarias, incluidas las comidas.
Las adolescentes están dando buena cuenta del plato de mijo, el cereal más
común, casi el único, que se cultiva en esta zona de África.
Sin agua, otro
problema gravísimo en esta zona del África subsahariana, y sin mijo sería
imposible la vida de subsistencia, y resistencia, que los dogones llevan con
entereza y energía. Una etnia cuya identidad cultural es sumamente interesante.
En el pueblo, de unos 800 habitantes coexisten y sobreviven en condiciones
extremas, pacíficamente, cristianos, islamistas y animistas. Para llegar a la
aldea se recorren 30 kilómetros por una pista infame, además de intransitable
en época de lluvias. Hasta la construcción del dispensario, los enfermos más
graves eran transportados en bicicleta.
La imagen, en comparación con el
complejo entorno en el que viven realmente las adolescentes, refleja una
composición banal. La hice porque me gustó el dramatismo de las manos apurando
el mijo y el contraste con la fuente redonda y semivacía. No muestra la lucha
diaria por la supervivencia, la necesaria mejora de las infraestructuras,
aunque sean elementales, escolares y sanitarias para evitar que los jóvenes
inicien una dramática aventura de emigración a la capital o, peor aún, a las
costas del sur de Europa. La cual suele acabar muchas veces, como es bien
sabido, de manera dramática.
“Sometimes sharing is so easy / the future in a
mill plate / hope is unbreakable”
[Mali, Tabitongo, febrero 2010] Más detalles
del proyecto: https://goo.gl/VgwjND
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