En
las clases de filosofía teníamos unos debates interminables sobre si existen (o
no) las guerras justas. Después de todo, el tomismo ha desarrollado largos
excursus a la materia. Puede que haya guerras justas, lo que está claro es que
la inmensa mayoría son injustas, entre otras cosas porque son siempre los
mismos los que terminan siendo carne de cañón, en el sentido literal del
término. No hace falta ir a la historia, basta leer las noticias de los
periódicos. Pese a mi interés en la II Guerra Mundial y no pocas estancias
veraniegas en Normandía, hasta hace muy poco no había tenido oportunidad de
visitar uno de los lugares míticos del desembarco el día D: Omaha Beach en
Colleville-sur-Mer.
Lo primero que llama la atención es la paz que respira el
entorno, la playa baja, la vegetación abundante, el Atlántico tranquilo en
pleno agosto. Comparado con el infierno que tuvo que ser en aquellas horas
dramáticas del 6 de junio de 1944. Si ha habido una guerra justa, ésta es de
las pocas. Sorprende la edad de la mayoría de los 9.387 jóvenes enterrados
aquí. No pocos por debajo de los 20 años. Como sorprenden los lugares de donde
proceden: Omaha, Nebraska, California… Y esto es lo que hace más grande su
heroísmo y sacrificio por la libertad, lo que sin duda contribuyó a la paz y
libertad que hemos gozado durante tantos años (a no comparar con las
intervenciones desastrosas de Irak, Afganistán y unos cuantos sitios más). Hay
una escena de “Salvar al soldado Ryan” donde un coche avanza por medio de la
polvareda en una llanura del oeste americano. Un oficial va a comunicar a la
familia de granjeros las malas noticias.
Esa imagen capta a las mil maravillas
el sacrificio que, con sus vidas, ofrecieron miles de jóvenes americanos para
salvar Europa de las garras del nazismo. Precisamente, una de las escenas
iniciales se desarrolla en este mismo cementerio, un veterano avanza hacia la
tumba del personaje interpretado por Tom Hanks. Por cierto, los hermanos se
apellidaban Niland no Ryan. La tumba se montó para la película, no existe,
aunque sí las de dos de sus hermanos, caidos en combate el 6 y 7 de junio de
1944. Y no sólo los insospechados soldados de Arkansas. El hijo del presidente
Franklin D. Roosevelt también yace aquí. Las tumbas, orientadas hacia Estados
Unidos, tienen cruces y, ocasionalmente, estrellas de David, para conmemorar
los judíos fallecidos. La superficie que ocupa el camposanto ha sido cedida,
para siempre, por Francia al Gobierno estadounidense que lo mantiene pulcro e
impoluto. En fin, en este caso, creo que Santo Tomás de Aquiino tenía razón.
“A
few rare times / freedom comes to this / death in battlefield”
[Colleville-sur-Mer, Normandía, agosto 2015, iPhone 6s]
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