Cuando tenía 11 años,
mi madre me dijo una vez “Pablo, debes estudiar mucho para poder tener un buen
trabajo, si no estudias, no llegarás a ser nadie cuando seas mayor”. Y yo, como
quería mucho a mi madre, le hice caso.
Estudié como nadie,
fui el mejor de mi promoción en bachillerato e ingresé en la mejor facultad de
derecho de España. Ya por entonces, los profesores nos animaban a cursar un
máster para poder especializarnos cuando termináramos. Nos decían: “Como vosotros
hay 10 000 personas más”. Y yo, como quería mucho a mis profesores, les hice
caso.
Durante siete años,
llegué a coleccionar una friolera de 4 títulos: grado en derecho, grado en
administración y dirección de empresas, máster en derecho penal y máster en negocios
internacionales.
Hoy, sigo siendo el
mismo Pablo, sólo que con 27 años. Los cuatro diplomas enmarcados en mi casa,
junto con mi foto de comunión, no tienen valor en España. Tengo asimilada la
teoría, pero no he pisado un tribunal de justicia en mi vida. Mi país, que
tanto ha invertido en mi educación, no tiene hueco para mí, ni para nadie más
de mi curso, ni de mi ciudad, ni de ningún otro lugar. Formo parte de la
generación ni-ni, sí, pero la de ni trabajo ni esperanza.
El protagonista de
esta historia soy yo, pero como ésta existen miles más. Seguro que muchos de
vosotros conocéis a alguien que se encuentra en esta situación: frustrado, cansado
y enfadado. Os hablo como portavoz de la Asociación
de Jóvenes Sobretitulados de España. Junto con algunos miembros, cada día
más, por desgracia, intentamos mejorar la situación de los jóvenes españoles
titulados y en paro.
El pasado noviembre,
España volvió a batir un triste récord. Con una tasa de desempleo juvenil de
57,7%, encabeza el ranking de paro juvenil de la Unión Europea. Se estima que
el 43% de los jóvenes que trabaja está sobretitulado para su cargo.
Es el caso de mi
amiga María.
María tiene 25 años y
ha estudiado economía en Barcelona. Como yo, también decidió gastarse más de
quince mil euros en másters, pensando que ocuparía un puesto de trabajo más
cualificado y mejor remunerado. Buscó y buscó, pero nunca encontró.
Ahora trabaja
manejando dinero, tal y como le enseñaron en la carrera; pero no en una consultoría
ni en un banco como ella hubiese soñado, sino en un supermercado como cajera.
De su barrio. A media jornada. Cobrando 650 euros. Brutos.
María ha querido
acompañarnos hoy aquí, en representación de todos aquellos que han tenido que
conformarse con un trabajo digno pero para el que están excesivamente preparados.
Con frecuencia,
habréis oído hablar de la “generación perdida” y querréis saber qué significa.
La “generación perdida” somos todos nosotros. Nos tachan de “perdidos” cuando,
en realidad, somos la generación mejor preparada de la historia. ¿Qué paradoja,
verdad?
Nos gustaría pensar
que todas estas estadísticas son consecuencia de la crisis económica, la
burbuja inmobiliaria y la liquidación de los bancos. Culpa de todas esas cosas
que ocurren en España porque sí. Culpa de todo el mundo menos de los que de verdad
la tienen: los gobernantes que rigen las leyes del empleo.
Estas leyes no hacen
más que asfixiar a los que nos hemos pasado casi media vida estudiando, porque
nos hicieron creer que tendríamos nuestro futuro asegurado.
Desde la asociación,
preferimos usar otro tipo de expresión: futuro abandonado.
Y os preguntaréis,
¿Cómo puede estar un futuro abandonado, si todavía no ha ocurrido? Pues bien,
es perfectamente posible, y, de hecho, está ocurriendo en este preciso momento
en España. Sin saberlo, cuando mi madre me dijo aquello de “hijo, estudia”, iba
a formar parte del futuro abandonado.
Así como mis
compañeros de clase, mis hermanos, y mis amigos.
El futuro abandonado
no es ninguna contradicción, es una realidad. Es un futuro que, hagamos lo que
hagamos, estudiemos lo que estudiemos, ya estará perdido desde el mismo momento
en que tomemos nuestros primeros apuntes. Un futuro en el que nosotros no
tenemos la máxima capacidad de decisión. Un futuro que nos viene condicionado y
que no depende totalmente de nosotros, los jóvenes. Nuestro futuro está en
manos de quienes controlan todo en este país. Aquellos que han decidido
priorizar otras cuestiones en vez de la nuestra. ¿Piensan que es un asunto sin
importancia? Se equivocan: nosotros somos el futuro, y si nos lo arrebatan,
también se lo arrebatan a ellos mismos.
Hubo una frase muy
polémica pronunciada en 2009 por Elena Salgado, entonces Ministra de Economía y
Hacienda cuando aún gobernaba el PSOE, que decía: “...la situación económica
está teniendo algunos brotes verdes y hay que esperar a que crezcan...”.
Muchos otros después
de ella, independientemente del partido al que pertenecen, han mentido y
proclamado la recuperación económica. Otra perla que creó controversia fue la
que soltó Mariano Rajoy el año pasado, en relación a las medidas austeras
adoptadas por el gobierno. Afirmó: “El Gobierno sabe adónde va, hay que tener
paciencia y ser perseverantes”.
Al señor Rajoy y a
todas las personas que piensan que sin esfuerzo no hay recompensa, queremos
decirles que con nuestro esfuerzo sigue sin haber recompensa, y que la paciencia
se nos ha acabado.
¿Qué pasa con los
jóvenes? ¿Por qué no se preocupan por nosotros? ¿Qué pasa con los que han
tenido que hacer lo imposible por pagar sus estudios? ¿Qué pasa con los que aman
a su país, pero deben irse a Alemania, Dinamarca, Holanda, Francia...? ¿Acaso
no tenemos derecho a querer trabajar y vivir en España? Pregonan que el sistema
educativo español es bueno... ¿pero de qué sirve el sistema si después no
podemos ponerlo en práctica aquí?
Una de las cosas que
nos hemos preguntado a menudo desde la asociación es por qué el gobierno
permite que personas tan cualificadas como nosotros debamos irnos al extranjero.
Es duro pensar que el sistema público haya pagado por gran parte de tus estudios
pero que tú no seas capaz de devolverle el favor; que debas irte fuera a
cotizar y pagar impuestos. Qué duro para nosotros, pero qué duro para ellos
también. Futuro abandonado, una vez más.
Hoy hemos querido
venir a hablaros a vosotros directamente. Queremos que sepáis la verdad y la
contéis. Periodistas, alumnos, docentes. Ayudadnos. A vosotros, periodistas,
que tenéis un empleo: difundid este mensaje. La fuerza de los medios es más
poderosa que cualquier otra, y vosotros lo sabéis. Por esta razón habéis elegido
esta profesión.
A vosotros, docentes,
que tanto nos habéis ayudado y apoyado, queremos daros las gracias. Las gracias
por continuar amando vuestro oficio a pesar de las dificultades por la que está
pasando el sistema universitario público. Seguid como sois, seguid motivando a
vuestros alumnos y transmitiéndoles vuestra pasión. Liberadles de un futuro
abandonado.
A vosotros, alumnos,
queremos lanzaros un mensaje claro: no dejéis de luchar. Si habéis elegido
estudiar, estudiad con todas vuestras fuerzas. Estudiad y salid al mundo con
ganas de coméroslo, porque sólo las ganas de luchar podrán salvaros de la panda
de despreocupados que tenemos arriba. El éxito está en el esfuerzo y en las
ganas. Os animamos a seguir a nuestra asociación y a hablarle de ella a quién
queráis. Finalmente, a ti, que estás en tu casa. Quizás no te encuentres en esta
situación, pero estamos seguros de que eres consciente de lo que ocurre a tu
alrededor. Somos una sociedad fuerte, y debemos saber que podemos conseguir
todo lo que nos pretendamos.
Hola, soy Pablo. Ayer
era un chico resignado. No tenía ni idea de lo que iba a hacer con mi vida.
Cuando no salía a patearme las calles buscando trabajo, deambulaba por casa, pensando
sin parar. He pasado por cinco sitios distintos: una tienda de ropa, una zapatería,
una cafetería, una discoteca y hasta un campo de olivos. Pero nunca he conseguido
un trabajo que me correspondiera.
Hoy, estoy dispuesto
a luchar por mi futuro. A cambiar mi futuro abandonado por un futuro asegurado.
Quiero cambiar las cosas. Y espero que todos vosotros lo hagáis también.
Gracias por estar
aquí hoy. Muchas gracias.
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